Villa de Leyva y Ráquira, dos de los pueblos más bonitos de Colombia

17 mayo, 2018

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En nuestro viaje a Colombia tuvimos la inmensa suerte de que nuestra anfitriona, Adriana, nos invitó a la finca que tienen sus padres en Boyacá.

Así que, un día por la mañana, nos montamos todos en dos coches grandes y nos fuimos al campo.

El viaje de Bogotá a Boyacá es muy bonito y pintoresco.

Y al final, llegamos a nuestro destino: una finca preciosa, con unos alrededores muy verdes y una casa superacogedora.

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Entrada a la finca.

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Paseando por la finca.

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Vacas y caballos en la finca.

La finca

Pasamos tres días estupendos en la finca.

Como ya he dicho la casa es preciosa y tiene una decoración muy auténtica.

Cuando llegamos, nos encontramos con la hermana de nuestra anfitriona, Andrea, su marido y sus hijos.

Nuestras anfitrionas nos ponían unas mesas preciosas para desayunar, comer y cenar.

Disfrutamos de comida colombiana, que es riquísima y muy original, tomamos arepas, ajiaco, sopa mexicana, tamales, chocolate con quesito, arequipe y más.

Dimos paseos por los alrededores, tienen unos paisajes preciosos con vacas y caballos.

Pasamos siestas estupendas en las que yo leí en la gloria en la cama mientras oía como algunos tenían su tertulia en el comedor.

Y visitamos dos pueblos que nos encantaron: Villa de Leyva y Ráquira, así que fueron unos días días geniales y muy relajados.

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De camino de Bogotá a Boyacá.

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Todo listo para la comida.

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Los acompañantes de la sopa mexicana.

Llegada a la finca

Cuando llegamos a la casa, después de un viaje precioso, Andrea y las señoras que trabajan en la casa nos habían preparado sopa mexicana.

Esta sopa, además de estar buenísima, es ideal porque todos los acompañamientos los pusieron en boles y platitos.

Así que estaba precioso.

Nos sentamos, comimos, hablamos todos y decidimos que al día siguiente íbamos a ir a Ráquira, uno de los pueblos llenos de color de Colombia.

Después de comer probamos el arequipe, que es lo que en España llamamos dulce de leche, pero casero y buenísimo.

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Una tienda de Ráquira.

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Un puesto con de todo un poco.

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Paseando por Ráquira.

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Desde la terraza de nuestro aperitivo.

Ráquira, el pueblo de colores

Al día siguiente, después de ducharnos y vestirnos nos esperaba en el comedor una mesa preciosa y el desayuno.

Desayunamos muy bien, nos arreglamos y nos montamos en lo dos coches camino de Ráquira.

El camino hasta el pueblo fue de nuevo precioso y la llegada alucinante.

Ráquira es un pueblo con todas las casas pintadas de diferentes colores.

Los dos coches no nos encontrábamos, cuando por fin les localizamos nos dijeron que estaban tomando una cerveza en el centro del pueblo.

Llegamos a una calle preciosa, llena de tiendecitas y en una terraza en lo alto estaban nuestros compañeros de viaje.

Subimos, nos pedimos unas cervezas también y yo cotilleé bastante la calle desde la terraza.

Tenían unas vistas chulísimas.

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Una calle típica de Ráquira.

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Hombres con sombreros de paja.

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Montones de hamacas a la venta.

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Una casa típica.

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Casas de colores y suelos empedrados en Ráquira.

Tiendas en Ráquira

Cuando  terminamos nuestro aperitivo bajamos y vimos todas las tiendas, nos compramos de todo. cubiertos preciosos de madera, chales, cojines, zapatillas…

Nos lo pasamos genial comprando y cuando salimos nos encontramos a los hombres del grupo, sentados en un banco con pinta de desesperados.

Entonces, contentas con todas nuestras compras, nos dimos una vuelta por el pueblo.

Dando el paseo vimos una cosa genial: hombres que llevaban puesto sombreros grandes, parecían cowboys, pero en realidad es el sombrero típico de la zona.

Las tiendas, aparte de todo lo que compramos, tienen montones de hamacas de las que se cuelgan de un árbol a otro.

Cuando terminamos de ver Ráquira, unos decidieron irse a casa y otros quisimos ver el monasterio de La Candelaria, así que nos dividimos en coches.

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El monasterio de la Candelaria.

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Suelos de piedra y paredes encaladas.

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Una puerta colonial.

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Vista del jardín del monasterio.

Monasterio de La Candelaria

Muy cerquita de Ráquira, pero hay que ir el coche, está el monasterio de La Candelaria que es precioso.

Tiene el típico estilo colonial, con paredes encaladas en blanco y suelos preciosos y antiguos de barro y piedra.

Hay una guía que te enseña el monasterio, así que cuando estuvimos unos cuantos nos dio un paseo por todo el edificio.

Vimos capillas, patios preciosos, celdas, jardines… nos gustó mucho la visita a todos.

Y ya sí que hicimos el camino de vuelta a casa, que como siempre, nos gustó mucho.

Cuando llegamos a casa, estaba la mesa perfectamente preparada y habían hecho una comida riquísima.

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Paseando por Villa de Leyva.

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Una calle de Villa de Leyva.

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Vista de una calle de Villa de Leyva.

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Villa de Layva tiene unas puertas preciosas.

 Villa de Leyva

A la mañana siguiente nos levantamos, hicimos un desayuno estupendo y nos fuimos a conocer Villa de Leyva.

Villa de Layva tiene fama de ser el pueblo más bonito de Colombia, y cuando llegas y lo ves lo entiendes.

Es un pueblo muy tranquilo, nos dijeron que no hay que ir en fin de semana, porque se llena de gente.

Sus calles están llenas de casas coloniales, algunas muy, muy antiguas.

Lo que más me gustó fueron la puertas de las casas, casi todas de madera antigua y espectaculares.

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En este soportal con vistas a la plaza comimos.

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Esperando a que llegaran las pizzas.

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Esquelas en la plaza.

Los suelos de las calles son de piedra y en el centro del pueblo está la plaza Mayor, que es la más grande que he visto en mi vida.

Estuvimos paseando por todo el pueblo buscando un sitio donde sentarnos a comer y, al final, nos sentamos en una terraza dentro de unos soportales de la plaza.

Tenían pizzas, así que pedimos varias, nos las tomamos entre todos y nos encantaron, es un buen sitio donde parar.

Después de comer dimos una vuelta a la plaza y encontramos una tienda preciosa de chocolates, así que cada uno eligió un chocolate y nos los tomamos paseando.

Cuando terminamos fuimos a los coches y de nuevo a casa, pero antes faltaba una cosa, comprar longanizas en el famoso Robertico.

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El piqueteadero Robertico.

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Longanizas, morcillas y más, en Robertico.

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Esperando a nuestras longanizas.

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La calle donde está Robertico.

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Revuelto de longanizas para nuestro último desayuno en Boyacá.

Piqueteadero Robertico

Las longanizas de Robertico son famosas en todo Colombia.

Ha salido en la tele, en prensa, incluso en los programas de viaje.

Nosotros no sabíamos nada de estas longanizas, pero Adriana quería comprar unas para que viéramos el puesto y que probáramos las longanizas de Robertico.

El puesto es genial y muy auténtico y al día siguiente por la mañana Adriana había preparado un revuelto buenísimo con las longanizas.


 

A Ráquira y a Villa de Leyva se puede ir desde Bogotá y verlo en un solo día.

Hay viajes organizados para ello.