Había que ir a Cuba antes de que Castro muriera (II)

19 enero, 2017

Cuba II-01

En el post anterior, sobre mi viaje a Cuba hace años, cuando Castro aún vivía, te hablaba de cómo fue nuestra llegada a La Habana, de lo que decían los cubanos sobre vivir en Cuba y de nuestros primeros días allí.

Tuve que cortar el post porque estaba siendo eterno, pero aquí está la segunda parte, por si te interesa saber cómo acabó.

¿Qué es la publicidad?

En la época en la que fui a Cuba, trabajaba en publicidad y los cubanos, me preguntaban constantemente «Y tú en qué trabajas?»

Yo les decía que era publicista, entonces me preguntaban: «¿Qué es realmente la publicidad?»

Yo les explicaba que era una forma de diferenciarse unas marcas de otras, por ejemplo, las marcas de tomate.

Y ellos me decían, «pero, ¿porqué hay diferentes marcas de tomate?»

Entonces, yo les hablaba de la iniciativa privada y que si uno tenía muchos terrenos con tomates pues decidía envasar una parte, los producía y los vendía.

Y que para venderlos en cualquier parte les tenía que poner su propia marca.

Ninguno terminaba de entenderlo, porque imaginarse el mercado capitalista sin haberlo vivido antes, es dificilísimo.

Años después, fui a California, y en el bufé del desayuno había, entre otras cosas, diferentes marcas de azúcar, en todos los hoteles a los que íbamos.

No lo entendía, pero me vino a la cabeza lo de los cubanos y me di cuenta de que yo estaba en un nivel de capitalismo intermedio, entre Cuba y Estados Unidos.

El bloqueo de Estados Unidos a Cuba

Un día nos fuimos a por un helado a Copelia, que es la heladería mas famosa de La Habana, había muchísima cola, pero nuestro amigo nos dijo que no nos preocupáramos, que esa era la cola para los cubanos.

En Copelia, había una cola para cubanos y otra para turistas.

Pero no te lleves las manos a la cabeza, en Vardero es peor, no les está permitida la entrada, a no ser que vayan con turistas.

Nos compramos el helado en Copelia y, como estaba hasta arriba, nos lo llevamos al jardín de casa.

En el jardín, la hija de la revolucionaria, entre plantas tropicales, nos contaba las maravillas de la revolución y de la vida en Cuba.

No me extraña, si yo tuviera esa pedazo de casa sin hacer nada, también adoraría la Revolución.

Y cuando estábamos en lo mejor de la conversación, alguien salió al jardín a por nosotros y dijo con cara de preocupación: «Castro va a salir en el noticiero contando las nuevas medidas que va a tomar por el bloqueo de EEUU»

Entramos corriendo al salón, nos sentamos en el sofáfrente a la televisión justo antes de las ocho, hora a la que iba a empezar el noticiero.

Mi amiga y yo nos miramos emocionadas con cara de «qué suerte, que esté ocurriendo todo esto justo cuando estamos aquí»

Y entonces salió Fidel Castro en la tele, con su uniforme verde oliva y su voz de discurso y dijo, entre otras cosas, que iba a cerrar todos los establecimientos de divisas.

Preguntamos preocupadas que si nos iba a afectar, nos dijeron que no, y cuando nos estaban explicando por qué no, se apagó la luz de toda la casa.

A ellos les molestó, pero no les extrañó, era un corte de luz, había muchos, no hay suficiente luz para todo el mundo, así que cortaban la luz de barrios enteros por turnos y sin previo aviso.

Pero yo me imaginé, que esos barrios tremendos en los que habíamos estado estos días, sufrirían más cortes de luz que este barrio tan bonito y tan residencial donde vivían los amigos de Castro.

El manual por si les ataca Estados Unidos

Un día estábamos en casa de nuestro amigo y nos enseñó unos cuantos libros, el que más me llamó la atención fue un Manual de defensa.

Nuestro amigo nos explicó que había un manual de esos en cada casa cubana y que explicaba cómo una familia podía defenderse del Ejército de los Estados Unidos, en caso de ataque.

No sé qué idea de ataque tenía en mente Fidel, pero por el libro se veía que no era muy real, porque no creo que ninguna familia del mundo pueda defenderse tan fácilmente del ejército de los Estados Unidos.

El miedo a una invasión americana era real, siempre que hablábamos de la posible muerte de Fidel hablaban de que les invadirían los estadounidenses.

Al rato, nuestro amigo nos dijo que tenía que ir a trabajar, así que nos dejó en el Malecón, donde nos sentamos en un poyete a tomar el sol.

Pero fue imposible, en cuanto nuestro amigo nos dejaba solas llegaban montones de cubanos con el grito de «españolas guapas».

Al principio, es divertido, pero llega un momento en el que no puedes más, porque los cubanos no nos dejaban un segundo en paz.

Además, los cubanos tienen la falsa creencia de que todos los europeos somos ricos, y al final, te hacen sentir como un saco de dólares, no como una persona.

¿Salimos de La Habana?

En un principio, el viaje iba a ser conocer Cuba, pero estábamos conociendo gente tan interesante, nos lo estábamos pasando tan bien y nos estaba enganchando tanto La Habana, que no conseguíamos salir de la capital.

El tatuador, del que hablo en la primera parte de este post, como era bastante alternativo, nos había hablado de sitios de playa chulísimos por Cuba.

También nos había dicho lo que ya nos imaginábamos: que Varadero era un rollo insoportable.

Pero nuestro amigo organizó una fiesta con toda la gente que habíamos conocido esos días en La Habana y nuestros planes de playa cambiaron.

El Manhattan y una fiesta con cubanos

Llevábamos varios días en La Habana, habíamos hecho bastantes amigos, los amigos de nuestro amigo eran geniales y formamos un grupo muy divertido.

Nuestro amigo español organizó una fiesta en su apartamento que tenía una terraza con unas vistas preciosas al Malecón.

Por la mañana, fuimos al mejor agromercado de La Habana para comprar la comida de la fiesta.

Los cubanos, con su sentido del humor, le han puesto a este agromercado el mote de «El Manhattan», porque es el más caro de Cuba.

Fuimos a casa y le dejamos toda la compra a la señora que trabajaba en casa de la revolucionaria, que se ofreció, con una sonrisa de oreja a oreja, a hacernos comida cubana para la fiesta.

En la fiesta bebimos mucho ron Havana Club, que es imprescindible en Cuba, nos enseñaron a bailar salsa y nos dimos cuenta de que los cubanos estaban locos por ir a Varadero.

Porque como he dicho antes, los cubanos sólo pueden ir a la playa de Varadero si van acompañados de turistas, y claro, era una oportunidad única para ellos.

Así que mi amiga y yo tomamos una decisión vital para ellos: al día siguiente íbamos a ir a Varadero con todos ellos.

Antes de ir a Varadero

A la mañana siguiente, fuimos al apartamento de nuestro amigo, con un poco de resaca.

Recuerdo que para subir las escaleras la noche anterior había que ir con mucho cuidado, porque algunos de los descansillos no tenían nada de luz y no se veía nada.

Ahora era de día y se veían las ventanas de algunos descansillos rotas y las paredes pintadas en un verde chillón que sorprendía bastante.

En la puerta, nos recibió uno de los cubanos, el más simpático, que si queríamos un ron con Coca-Cola. «¿A estas horas?»

Nos puso cara de alucinado y dijo que sí claro, mientras buscaba un vaso limpio por el apartamento, tarea imposible en una casa que ha estado de fiesta.

Pero encontramos vasos, los lavamos y nos servimos unos ron con Coca-cola mientras nuestro amigo cubano partía limas encantado porque habíamos decidido tomarnos una copa con él.

En cuba siempre, siempre ponen lima al ron.

Llegaron todos y nos fuimos a Varadero.

Camino de Varadero

Por el camino paramos en el Mirador de Bacunayagua, donde había un café en el que según el amigo que nos había animado a tomarnos un ron tan temprano, servían la mejor Piña colada de Cuba.

Antes de salir del coche nos dijeron que cerráramos los ojos, que nos iban a enseñar una vistas espectaculares.

Cuando llegamos al punto clave abrimos los ojos, esperando encontrar delante nuestro los Alpes suizos.

Pero lo que vieron nuestros ojos fue una a especie de paisaje castellano, es decir, algo bastante normal.

Sonreímos como pudimos, porque nuestra cara debía de disimular muy mal lo que ellos esperaban, ¿cómo podían enseñarnos ese paisaje tan normal  como si fuera una de las Maravillas del mundo?

Otra vez volvemos al infantilismo cubano, no tienen listón ninguno, porque no han salido de Cuba y para ellos ese paisaje es lo más bonito que han visto en su vida.

Así que todavía perplejas por lo que acababa de pasar, nos fuimos a por nuestra piña colada, que fue la segunda copa que nos tomamos esa mañana.

Volvimos a los coches, todavía nos quedaba un trecho hasta Varadero.

Me sorprendió de la carretera lo mismo que cuando fuimos del aeropuerto a La Habana, que había montones de vallas publicitarias con insignias revolucionarias.

En Varadero

Varadero era exactamente lo que nos imaginábamos, una playa bastante normal, llena de tumbonas y con muy poquita gente.

Nos sentamos en la parte de un hotel español muy famoso y cada uno cogió una tumbona, en total fueron bastantes tumbonas porque éramos muchos.

Nuestro amigo español desapareció durante bastante rato con uno de los cubanos.

Cuando aparecieron venían cargados con varias bolsas de la compra con Habana Club, Tukola (que es la Coca-Cola cubana), patatas fritas y demás.

Fue un detallazo por su parte, porque sabía que los cubanos no se podían permitir comprar nada y había que celebrar el día en Varadero por todo lo alto, con ron para todo el día.

Nuestro día en Varadero fue un día estupendo, mucho mejor de lo que esperábamos: tomando el sol en la tumbona, bañándonos, tomando una copa de vez en cuando y comiendo patatas fritas.

Me encantó, además, que tuvimos horas para hablar con ellos y así ellos nos contaron montones de cosas de su vida en Cuba y nosotros otras tantas de nuestra vida en España.

Entonces, nuestro amigo español dijo que ya era hora de volver, que no le apetecía volver de noche, que las carreteras de Cuba eran muy malas.

De todas formas vimos un rato de la puesta de sol en Varadero, mientras tomábamos la última copa. Fue una puesta de sol preciosa porque el mar se veía completamente plateado.

Una de las chicas que estuvo con nosotros en Varadero, poco tiempo después, dejó Cuba en una patera para buscar la libertad en Miami.

Camiones en Matanzas para la manifestación

Estamos de nuevo en el coche, en la carretera camino de La Habana.

Pasamos por Matanzas y vemos los arcenes llenos de camiones militares y muchísima gente.

Preguntamos sorprendidas que qué era eso y nos dicen que están organizando la manifestación de mañana en La Habana.

Nos quedamos más sorprendidas todavía.

Al día siguiente todo el mundo tiene que ir a la manifestación que ha organizado Castro en contra de Bush, quieran o no quieran.

Así que van por los pueblos con camiones y los llevan hasta La Habana.

Los cubanos nos cuentan que es terrible, porque ahora les dejan en La Habana sin lugar donde dormir y mañana todo el día de marcha. Es agotador.

En el coche de vuelta a La Habana

Hablamos de todo esto en el coche y como siempre, acabamos hablando de política. Es impresionante lo que los cubanos hablan de política.

Nos dicen que menos mal que en España hemos dejado de tener a un fascista. Se refieren a Aznar, cuando dejó el gobierno por culpa de la Guerra de Irak.

Esto nos lo dicen varias personas, les explicamos que en España hay democracia desde que murió Franco y todos nos dicen que no, que hemos estado engañados.

Todo esto se lo dice Castro y ellos se lo creen.

Pero los cubanos se olvidan de la manifetación del día siguiente, de la política… y llegamos a La Habana cantando salsa y rancheras.

Mañana que es la manifestación, será otro día.

La manifestación contra Bush

A las 7.30 de la mañana hemos quedado al lado de nuestra casa para ir a la manifestación.

Las calles tan tranquilas de nuestro barrio residencial, lleno de jardines y chalecitos, están llenas de gente.

Hay un jefe de manzana que pasa lista a todos los que están obligados a ir a la manifestación y los que no vayan tendrán un problema.

Entre tanta gente es imposible encontrar a los nuestros, así que mi amiga y yo nos vamos a la calle principal donde ya hay muchísima gente camino de la manifestación.

Durante horas acompañamos a los cubanos en la manifestación, hacemos fotos, hablamos con la gente… pero llega un momento en el que se nos acaba el carrete de la cámara (sí, en esa época lo normal era el carrete) y no hay manera de comprar otro, porque está todo cerrado.

Es día de manifestación, así que todo el mundo tiene que ir a la manifestación y está todo cerrado.

En el hotel Nacional

Así que cansadas, muertas de hambre y sin carrete pasamos por el hotel Nacional y decidimos entrar.

Este hotel es maravilloso, se construyó antes del comunismo, claro, y tiene un jardín precioso lleno de mesas para sentarse a comer o a tomarse un mojito.

Así que decidimos sentarnos en una mesa del jardín desde la que se ve todo el Malecón por el que se ve a la gente en la manifestación.

La libertad es lo mejor del mundo, gracias a la libertad nosotras estamos en ese jardín precioso, tomando un sandwich, tan cómodas.

Y esa pobre gente está marchando, seguramente, que agotados, después de andar durante horas y muchos de ellos, después de no poder dormir la noche anterior.

Cada vez se me hacía más angustiosa la situación de los cubanos.

Terminamos nuestra comida, descansamos, compramos una cámara de usar y tirar y salimos a la calle con idea de coger un taxi.

Los cocotaxis de La Habana

Cuando salimos del hotel Nacional, no encontramos ningún taxi, pero milagrosamente apareció un cocotaxi.

Si no has estado en Cuba te diré que los cocotaxis son como motos amarillas con una especie de sidecar detrás para dos personas. Son una gozada.

Le preguntamos al conductor que si había manera de llegar a nuestra casa con esa manifestación terrible y nos dijo que sí, que habría que dar mil vueltas pero que al final llegaríamos.

A las dos nos pareció genial que tuviera que dar mil vueltas por La Habana en un día como aquel, seguro que íbamos a ver montones de cosas curiosas.

Fue un paseo maravilloso, de esos paseos en los que estás disfrutando tanto que ni nos hablamos.

Sobre todo, el final del trayecto, cuando ya estábamos llegando a casa y pudimos ver nuestro barrio en estado puro.

Las casas bonitas, los coches de los 50, la ropa tendida en los jardines, las cubanas paseando con los paraguas… llegamos a casa felices de la vida.

El taxista que nos llevaba a todas partes se acerca a casa y nos pregunta que a qué hora viene el domingo a por nosotras, ponemos cara de que no sabemos de qué nos habla.

Él nos dice que nos tiene que llevar al aeropuerto, para volver a España.

¿¡Volver a España!?

De vuelta al aeropuerto

Así que el taxista vino a buscarnos, en su taxi que tenía un agujero enorme en el suelo del copiloto, el primer día nos sorprendió muchísimo.

Pero después de nueve días en Cuba, ya no nos sorprendía nada, habíamos entendido que en Cuba todo funcionaba así.

Había que volver al capitalismo y nos costó un poco.